Tlahtolin ka amo miktli.

"Tlahtolin ka amo miktli, za kochi. Ueliui ieualiztli, uan in tlaltikpac imachtiaz kakiz..." (La palabra no está muerta, solo duerme. Pronto se levantará, y el mundo se enseñará a escucharla...) Jhavi.

lunes, 11 de abril de 2011

AL AMPARO DE LA NOCHE por Daniel Cueto.







Al amparo de la noche, 
se buscan y se encuentran dos amantes
con el celo brillando en sus miradas.

Al amparo de la noche,
se aman volcando en la pasión sus ganas,
transformando en fieras lo que una vez  fue humano. 

Él, recorre el breve cuerpo con sus manos, 
la tersura de su piel lo hechiza.
Ella, sumisa lo come a besos y lo ínsita 
a recorrer juntos la senda del placer, sin prisa. 

Él, por instinto busca.
Ella, por saber entrega.

Él, siente la gloria en sus sentidos,
Ella, sofoca en el silencio sus gemidos. 

Por un momento el tiempo se detiene
cuando el vaivén amoroso crece, de pronto estalla,
resplandece; y lo que fue fiera,
poco a poco, vuelve a ser humano.


                                                   Daniel Cueto.





Acompaña la emoción con un poco de música.


lunes, 4 de abril de 2011

11 DE MARZO por Alejandro Dominguez.



Al abrir los ojos lo primero que vi fue mi despertador.  Jueves 11 de marzo de 2004, 6:49 a.m, señalaba. Se me hacía tarde para tomar el tren que, como todos los días, me llevaría a la escuela. Cuando me levanté de la cama, tomé el cepillo de cabello y mientras me cepillaba, me dirigí al guardarropa donde elegiría un atuendo que llegara a sorprenderte.

-          Una falda y una blusa azul.- pensé.

-          ¡Fernanda, se te está haciendo tarde de nuevo!- mi madre me gritaba desde la cocina.

 Apresurada para no llegar tarde a la estación, tomé el desayuno, luego subí a terminarme de arreglar.

6:58 a.m., parecería que el tiempo corría más rápido que yo.

Estoy lista, nunca me había arreglado tanto para ir a la escuela, pero hoy tenía que armarme de valor y cruzar palabras contigo en el tren.

 Salí de mi casa y decidí no correr para evitar el cansancio y el sudor, pero caminaba a paso rápido para tomar la salida hacia mi escuela.
Camino a la estación pude ver a mi amiga Rosa pero quise no hacer contacto con ella para entrar sola al tren y, si se cumpliese mi deseo, encontrar un lugar vacío a tu lado y poderme sentar.
Llegué a la estación y lo primero que hice fue, en lugar de comprar el boleto, mirar hacia todos lados para encontrarte. Mi ilusión de que tomaras el mismo tren que yo se iba acabando.

-          Tanto arreglarme para nada. - dije en voz baja.

Mi reloj ya me marcaba las 7:13, por lo que me formé en la fila para comprar los boletos. Tren 17305. Salida 7:18. Destino Guadalajara - Estación Chamartín, decía el boleto.

Había mucho movimiento en la entrada al tren. Pude notar que había gente de otras regiones. Su vestimenta y su manera de hablar y de actuar eran muy distintas a la de la mayoría de nosotros. Esperé a que se calmara tanto movimiento. Mientras, pensaba en mis probabilidades que tenía de que hubiese un lugar vacío al lado de él, noté que eran más bajas que las probabilidades que tenía en la mañana debido a la cantidad de gente que había, por lo que entré al vagón del tren en donde siempre se sentaba.

Caminé lentamente buscando a discreción su rostro. Fila tras fila, lugar tras lugar. 7:17 a.m indicaba mi reloj y yo seguía de pie.

-          Favor de tomar asiento - indicaban en el tren, pero al parecer no sabían mis intenciones.
-          Aquí hay un lugar - me dijo una voz masculina detrás de mí.

Sí, era él. Cabello rubio, ojos claros y un color de piel que nadie más tenía, al menos en esta ciudad. Sin pensarlo dos veces me senté a su lado.

-          Gracias - le dije con un poco de intimidación.

-          De nada. ¿Fernanda?, ¿cierto? – preguntó, haciéndome sentir un poco mal y a su vez bien por saber que fue un gesto de interés hacia mí.

-          Sí, tú eres Miguel - le respondí sintiéndome estúpida por decirle, sin tono de duda, quién era.

-          Así es, tu compañero en clase de química.

-          Se ha fijado que existo en la escuela- pensé mientras le devolvía una sonrisa.

El tren arrancó 7:21, tres minutos después de lo que el boleto indicaba en la hora de salida. Pasaron 3 minutos de completo silencio entre su asiento y el mío, comencé a preocuparme pensando que la conversación llegaba a su fin.

7:26 a.m y ninguna palabra, mi preocupación se acumulaba cada vez más. ¡Ni siquiera me ha dicho nada de mi falda!

Se escuchó algo de metal caer al suelo cerca de mi pie, por lo que me apresuré a tomarlo y dárselo. Eran sus llaves con un llavero de la bandera de España.

-          Gracias - dijo con una ligera sonrisa

-          No hay problema.

-          ¿Tienes planes para mañana? -  preguntó con inseguridad

-          Claro que no - le contesté con tanta felicidad y sin borrar la sonrisa de mi maquillada cara.

-          Perfecto, ¿te gustaría ver alguna película en el cine?

-          El cine, ¡qué romántico! - pensé.

-          Por supuesto- le dije.

Por primera vez en 7 años que llevo conociendo y fantaseando con Miguel, ¡saldré con él! Imaginándome la gran cita que tendríamos mañana seguía viéndolo a los ojos.

-          ¡Qué bonita falda!

-          ¿En verdad te gusta? -le pregunté para cerciorarme de que no seguía imaginando cosas.

-          Claro que sí, pero tu cabello castaño, que hace juego con tus hermosos ojos, me gusta más - me dijo mientras acercaba su mano a la mía.

Mi sonrisa se hizo más grande aún, y mi vista no la apartaba de sus ojos. Nunca olvidaré este 11 de marzo. Su mano ya se había enganchado con la mía tan fuerte, que ningún movimiento del tren podría separarla. Mi corazón latía más rápido que la locomotora del tren.

7:38 a.m me indicaba el reloj, pero a mí el tiempo ya no me importaba al estar aferrada a su mano.

La Estación ya estaba cerca, ¿porqué momentos como estos no pueden ser eternos? Parecería que todo iba perfecto, pero a cada instante me surgía la duda de que si esto seguiría así siempre o solo soy parte de un tonto juego o un pasatiempo para él. Trate de borrar todos estos pensamientos negativos y seguía mirándolo.

Los segundos parecían siglos. El sol apenas se empezaba a asomarse por las ventanillas del tren, iluminando su hermoso rostro y haciéndome reflejar en sus ojos. De pronto, en los vagones traseros, unos gritos interrumpieron todo este bello momento. No sabíamos de qué se trataba, por lo que Miguel echó un vistazo. Yo no apartaba mi vista de él, puso una cara de preocupación como si tratara de decirme algo, pero solo corrió de nuevo hacia mis brazos. Me dio un abrazo, el más sólido que he sentido y me dijo “te quiero” con un tono de angustia mezclado con tristeza que me preocupaba. En eso, se escuchó una explosión en el vagón anterior al nuestro provocando que el tren se descarrilara por completo.

Mientras el tren se arrastraba por el concreto de la ciudad yo seguía abrazado a Miguel y trataba de entender a qué se debían estas explosiones, entonces escuché a un hombre moreno y de barba, de esos que había visto antes de subir al tren, gritando en un idioma que no podía comprender. Llevaba una mochila, la puso en el suelo y segundos después todo se volvió negro.

              Abrí mis ojos con cierta dificultad. Me sentía acabada. Mi vestido y mi cabello ya eran un desastre a pesar del tiempo y dedicación que les dediqué en la mañana. Entre tanta gente trataba de encontrar a Miguel, todos los pasajeros estaban abatidos en el frío suelo. Logré encontrarlo, no estaba muy lejos. Sus labios junto con su rostro tenían color ceniza y podía verle varias cortadas. Hice esfuerzo enfocando mi mirada hacia sus ojos para ver si se encontraba bien, pero en el fondo sabía que, tanto él como yo, no nos encontrábamos en buen estado.

Mi dolor aumentaba muy rápido y se hacía más fuerte. Mi corazón y mi cuerpo no soportaban tanto dolor. Volví mi mirada a Miguel y observé que abrió, no completamente, sus ojos. No fue difícil que me encontrara; me miró y leí sus labios decir de nuevo: “te quiero”. Y con esa frase se fue el último suspiro de su corazón junto con el mío.